No es bueno perderse

03.05.2013 00:15

Una vez, un escritor llegó a un pueblo situado en medio de la nada, muy recóndito, y se le ocurrió que de ahí podría sacar un nuevo libro, basado en las anécdotas que pudieran tener sus pobladores. Ya centrado en esa idea, fue a buscar al hombre más viejo del pueblo y, al Encontrarlo, le dijo:


- “Mire, ando recopilando datos para escribir un libro. ¿No tendrá alguna historia cómica y ligera que pudiera yo transmitirle al mundo?. ¿Algo que haya vivido usted en este pueblo y que recuerde con frecuencia?.


- “¡Ah sí!. Una vez se perdió la esposa de Pérez, ese que vive ahí tras la iglesia. Cuando llegó la noche y la señora seguía sin aparecer, nos reunimos todos los hombres del pueblo, 40 más o menos, y armados con un buen cargamento de aguardiente, nos metimos en el bosque a buscarla. Después de varios días, la encontramos y, como ya estábamos un poco locos por el aguardiente, pues uno por uno hicimos el amor a la esposa de Pérez”.


El escritor se asombró del morbo con que el viejito recordaba las cosas y se asustó; pensando que no podía contar en su libro lo que sucedió, comentó:


- “Uy, pero ¿no tendrá algo mas cómico?, ¿algo que la haga reír a usted y a todos los del pueblo?. No sé, a lo mejor algo inusual, que sé yo...”.


- “Pues sí. Una vez, se perdió la chivita de Luis; cuando llegó la noche y la chivita seguía sin aparecer, nos reunimos todos los hombres del pueblo, 40 más o menos, y armados con un buen cargamento de aguardiente, nos metimos en el bosque a buscarla.

Después de varios días, la encontramos y, como ya estábamos un poco locos por el aguardiente, pues uno por uno hicimos el amor a la chivita de Luis”.
Tras lo cual, el viejo degenerado estalló a carcajadas.

El escritor pensó que el viejo estaba loco y que sería mejor cambiar el carácter de tema, para que ya no pudiera contar esas cosas:


- “Y ¿no tendrá otra historia?. No sé, ¿algo más dramático y triste que haya vivido?, ¿algo que pueda conmover a los demás y que pueda yo libremente contar en mi libro?”.


El viejecito mira al suelo y se le nubla la vista. Con un nudo en la garganta y las lágrimas rodando por sus mejillas, contesta al escritor:
-“Pues... una vez, me perdí yo...”.

 


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